Los «terribles dos» son reales. Según la Asociación Nacional de Psicólogos Escolares (NASP) en Estados Unidos, esta etapa también denominada como adolescencia de bebé se puede extender hasta los 4 años y consiste en el aprendizaje y autodescubrimiento de niños y niñas.
Lo que suena bastante bonito, pero como la adolescencia de los 15 años, también llega con una notable rebeldía, llantos confusos y pataletas.
La Asociación Nacional de Psicólogos Escolares en Estados Unidos también entrega algunos consejos para poder manejar esta etapa.
- Identificación: El primer paso para lidiar con una pataleta es reconocer si es sólo un capricho o en verdad el niño o niña quiere o necesita algo. Recordemos que en esta etapa están aprendiendo hablar y no conocen muchas palabras, lo que genera frustración cuando no son entendidos.
- Manipulación: Desde los 2 años y medio los niños comienzan a darse cuenta que sus llantos llaman la atención, y podrían usarlo como forma de manipulación. Hill Walker, miembro de NASP es que una vez que padres y madres reconocen la manipulación, no cedan a los caprichos de su hijo o hija. A esta edad comenzará a pedir de manera consciente más postre o más juego, lo que no es una necesidad básica.
- Conversación: Es importante que padres y madres no pierdan la paciencia con las pataletas, pues según los expertos es importante conversar de manera abierta con el niño o niña, y desde el momento que comienza a calmarse, ya podríamos dar las primeras instrucciones.
- Agresiones: Es necesario poner límites, y si el niño en medio de una rabieta golpea, patea o muerde es momento de un correctivo más fuerte, sin necesidad de golpear, porque ¿cómo le enseñamos que golpear está mal si lo golpeamos nosotros mismos?
- Opciones: En lugar de usar siempre el intransigente no, es mejor ofrecerle opciones: «Las figuras de procelana de la abuela son peligrosas, pero puedes jugar con estos muñecos ¡Son más suaves!», por ejemplo.
Cada niño es diferente, como lo es cada padre y madre, así que lo mejor sería ir aprendiendo sobre la marcha a identificar cada pataleta del hijo o hija y cuando en verdad necesita algo, que no puede decir con palabras.
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